En Yoga, cualquier movimiento y, sobre todo, cualquier actitud del cuerpo interior (que es el primero que trabaja en una âsana imprimiendo acción y alargamiento) se acompaña siempre de la correspondiente inspiración o espiración y abarca todo el tiempo que dura la toma o la expulsión del aire. Son dos momentos en los que se vive con plena presencia.
Todo movimiento, por pequeño que éste sea, lleva inherentes todos y cada uno de los significados del acto de inspirar y espirar y, a través de su unión y de la perfecta coordinación de las dos partes, es como llegamos a la consecución del ásana (la postura) y a la inmovilidad.