Poesía 8

XIII

Oh! la eternidad y sus sabores...
Oh! lo inalcanzable y sus esencias...

No conozco a Dios
y no puedo inclinarme ante lo que se dirige hacia ninguna parte.
Tampoco puedo ver la totalidad
en la mirada que se pierde en el más allá.

Oh! tu profunda presencia...
Oh! el instante infinito en el que te percibo
diferente de mí...

En mis templos,
lo divino no tiene nombre ni forma
y tampoco se le acopla ningún sonido.

No comprendo ni capto lo inefable...

En mi casa,
Shiva está sentado...
meditando
y, por ahora,
no renuncia a nada.

Mi conciencia es un lugar de culto;
un espacio sagrado que se levanta
sobre frágiles cimientos.

Junto al olor a rosas e incienso,
habitan, cómodamente,
el miedo
y todas las gamas de gris que se conocen.

 

Cuando entro, me inclino ante ellos
e intento invitarles a marchar,
mientras lavo los suelos
y coloco los altares.

(sigue...)